Vendedora Ambulante Cubana de Tamales.


La mujer real detrás del chachachá que puso a bailar a Cuba y al mundo

Uno de los platos más sabrosos de la cocina tradicional cubana – los tamales – fue inmortalizado allá por los años 50 por los excelentes músicos Félix Reina y José Antonio Fajardo, este último director de la Orquesta Fajardo y sus Estrellas, con su famoso chachachá “Los Tamalitos de Olga”, que posteriormente se hiciera conocido internacionalmente por la afamada Orquesta Aragón.

Pero ¿quién era en realidad el personaje protagónico de esa famosa canción que todo el pueblo de Cuba tarareaba y bailaba en esa época? – “… pican, no pican / los tamalitos que vende Olga …” –, ¿quién era la por todos nombrada “Olga la tamalera”?

Olga Moré Jiménez, nacida el 23 de mayo de 1922 en el poblado de Cruces, provincia de Cienfuegos y mudada a La Habana en 1949, comenzó a hacer y vender sus tamales en la muy concurrida esquina de las calles Prado y Neptuno. La calidad de este típico manjar cubano, consistente en una mezcla de maíz molido, carne de cerdo y aromáticas especias, elaborado con inigualable magia por esta peculiar mujer, la hizo rápidamente muy popular y fue la musa inspiradora de los famosos músicos pinareños para componer el popular chachachá, un éxito musical desde su estreno, que se mantuvo durante mucho tiempo en la preferencia de los bailadores del país y de muchas partes del mundo.


Olga Moré Jiménez: Olga la Tamalera.


Según ella misma aseguraba, “la única negra que vendió tamales en las calles en esa época fui yo”, por lo que fue apodada por todos como “Olga la Tamalera”, y así quedó para siempre grabada en la memoria popular. Esa fue la manera más honrada que concibió aquella humilde mujer para ganarse la vida, pagar el alquiler del pequeño cuarto donde vivía en la calle Figuras No. 180 entre Manrique y Tenerife, en el barrio de Los Sitios, y cuidar de sus pequeños hijos, comenzando en aquellos convulsos años de la década de los 50 y prosiguiendo por muchos años más después del triunfo de la Revolución, vendiendo sus sabrosos tamales a 10 centavos pregonándolos en la calle, o a 25 centavos si eran pedidos con anticipación para bodas, cumpleaños y otras fiestas. Sus tamales eran muy demandados por todos, y de esta forma, sin preverlo ni imaginarlo, se convirtió en uno de los personajes más famosos de La Habana, e incluso fuera de Cuba, donde muchas personas habían oído hablar de ella y acudieron a las puertas de su casa para probar sus deliciosos tamales.

 

 

Día tras día, la emprendedora mujer se levantaba de madrugada y, luego de haber pelado y rallado las innumerables mazorcas del jugoso maíz tierno, se paraba frente a una gran cacerola de hierro y daba rienda suelta a su maravillosa receta, que era y seguirá siendo un gran misterio para todos. Además de todos los sazones tradicionales que llevaba, le añadía su “toque especial” que hacía que sus tamales fueran inigualables. Después de terminar aquella fatigable faena y sin perder un instante, agarraba su enorme jaba casera, confeccionada con retazos de viejos vestidos, le introducía decenas de humeantes tamales y se iba a la calle para iniciar su extenso recorrido capitalino, no sin dejar de pregonar su famosa frase “… pican, no pican …”, en alusión a si llevaban o no el ardiente ají picante.

Olga también frecuentaba los salones de bailes populares, una fuente no despreciable de clientes, donde alternaba la venta de su exquisito manjar con algún que otro pasillo musical, siguiendo las canciones de moda. Fue precisamente en uno de estos salones – un saloncito de descargas cerca del Parque de La Normal, en el Cerro – donde conoció al flautista Fajardo, quien, de conjunto con su amigo Reina, compuso la contagiosa pieza musical que se convirtiera en furor en los años 50, y que Rafael Lay y su agrupación musical popularizaron internacionalmente, gracias a sus giras por América Latina, Estados Unidos y Europa.

La canción “Los Tamalitos de Olga”, que ha sido escuchada por millones de personas en todo el mundo e interpretada por reconocidos artistas internacionales – entre ellos, en tiempos más recientes, el popular salsero venezolano Oscar D’León –, acumula la fabulosa cifra de más de 160 versiones.

Olga Moré Jiménez, la tamalera más famosa de Cuba, tuvo cuatro hijos, incontables nietos y bisnietos – y hasta un tataranieto. Le encantaba el son y la rumba, de ahí su gran sabor y habilidad para la cocina criolla, según cuentan los que la conocieron de cerca. La indiscutible reina de los tamales cubanos falleció en La Habana en el año 2007, a los 85 años, después de haber alcanzado el merecido reconocimiento de sus conciudadanos y una gran fama mundial.


Olga en su Casa en La Habana.


Esta es, entonces, la verdadera historia de “Olga la tamalera”, una valerosa mujer que pervive en la más genuina cultura popular cubana, por lo que representaron sus famosos tamales, y por ser un símbolo fehaciente de persistencia, tenacidad y emprendimiento, digno de ser imitado por todos los cubanos.

🎶 Escucha aquí el famoso chachachá "Los Tamalitos de Olga"

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