Grupo indígena cubano pescando y recolectando junto a un río, en representación de las raíces de la cocina aborigen.

 

Aborígenes endémicos cubanos

A finales del siglo XV, cuando los conquistadores españoles arribaron a América, Cuba estaba habitada por unos 120.000 indígenas, integrados en tres grandes grupos étnicos: los Guanahatabeyes, recolectores; los Siboneyes, recolectores-cazadores; y los Taínos, agricultores y ceramistas.

 

 

Los Guanahatabeyes se asentaban en el extremo occidental de la isla y en el sur de la actual Isla de la Juventud. Habitaban cuevas cercanas a los ríos y el mar, y se alimentaban de frutos y mariscos recolectados. Sus herramientas eran muy rudimentarias, elaboradas con conchas de caracoles.


Aborígenes Guanahatabeyes.


Los Siboneyes, originarios de América Central, se ubicaron primero en el oriente cubano y, tras ser desplazados por los Taínos, emigraron al centro y al occidente. Más desarrollados que los Guanahatabeyes, cultivaban, cazaban, pescaban y fabricaban utensilios de piedra y madera.


Aborígenes Siboneyes.


Los Taínos, descendientes de pueblos arahuacos de las cuencas del Orinoco y Amazonas, fueron los más avanzados. Organizaban sus comunidades bajo un cacique, cultivaban, cazaban, pescaban y desarrollaron la alfarería, la orfebrería y la construcción de canoas. También practicaban creencias religiosas y respetaban al behique, sacerdote de la tribu.


Aborígenes Taínos.


La alimentación de los aborígenes

La dieta indígena cubana era rica, variada y saludable. Sembraban maíz, yuca, batata, maní y ají, además de disfrutar de frutas como piña, guayaba, guanábana, fruta bomba, caimito, mamey, marañón y zapote. La guayaba tenía un valor especial en su cosmovisión: el paraíso era un lugar donde el hombre descansaba en hamaca comiendo guayabas dulces y fragantes.

Gracias a la abundancia de ríos y mares, su dieta incluía pescados, moluscos y mariscos: mojarras, jaibas, camarones, anguilas, ostiones y hasta tortugas. También cazaban jutías, iguanas, cocodrilos, aves, majaes y el endémico almiquí.


Aborígenes cubanos pescando.


La “cocina” aborigen

Las técnicas predilectas para cocinar eran la barbacoa y el asado en púa, métodos que todavía forman parte de la tradición culinaria cubana.


Aborígenes asando en "barbacoa".


Entre sus platos más destacados estaban el casabe y el ajiaco. El casabe se elaboraba a partir de la yuca rallada, exprimida en un cibucán y cocinada en burenes de barro, resultando en tortas duraderas que podían conservarse por meses.


Preparación del casabe.


El ajiaco, por su parte, fue el plato más distintivo de los Taínos: un caldo suculento con raíces, plantas y carnes variadas, condimentado con abundante ají y cocinado en grandes ollas de barro. Este legado ha perdurado hasta nuestros días en múltiples variantes regionales.


Ajiaco criollo cubano.


De la yuca también extraían licores dulces y agrios que utilizaban como miel, vinagre o alcohol tras su fermentación.

Legado indígena en la cocina cubana

Los aborígenes sentaron las primeras bases de la cocina cubana, aportando sus cultivos, métodos de cocción y técnicas de conservación. Gracias a ellos, los españoles pudieron sobrevivir en los inicios de la colonización, sustituyendo el pan por casabe, al que llamaban despectivamente “aserrín de tabla”.

Durante siglos, los indígenas de Guanabacoa abastecieron de casabe a la Flota de Indias en sus estancias en La Habana, dando origen al popular refrán que aún usamos como símbolo de escasez:

“…a falta de pan, casabe.”

Este legado indígena no solo garantizó la supervivencia de los primeros colonizadores, sino que sembró las raíces de lo que hoy conocemos como la auténtica cocina cubana.

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