Gaceñiga Cubana, dulce popular con historia italiana y sabor criollo.

La Gaceñiga cubana: el dulce que nació de una diva de la ópera

Si de historias de comidas se trata, Cuba es pródiga en un sinnúmero de anécdotas relacionadas, de una u otra forma, con algún que otro apreciado manjar. Algunas son muy verídicas y documentadas, mientras que otras son más fruto de la imaginación popular y se pierden en la delgada frontera entre la leyenda y la realidad. La historia que les presento hoy forma parte de las primeras.

 

 

Historia de la cantante Marietta Gazzaniga

Marietta Gazzaniga fue una afamada cantante de ópera italiana que nació en Voghera en 1824 y que, en 1857, decidió realizar una gira por América acompañada de su esposo, el conde Malaspina. En ese periplo visitó el continente americano de norte a sur, y una de sus presentaciones tuvo lugar en La Habana, Cuba.


Marietta Gazzaniga


Por desgracia, durante el viaje a Cuba realizado en el invierno de 1858, viniendo de Estados Unidos, su esposo murió de viruela a bordo del barco que los conducía hacia La Habana. Sin embargo, la tragedia no detuvo a la famosa diva europea. Al llegar a la isla, tuvo una exitosa presentación en el Teatro Tacón con una interpretación de La Traviata, de Giuseppe Verdi.

El majestuoso teatro habanero, conocido como la “Catedral de la Ópera en América”, inaugurado en 1838, tenía la estructura, elegancia y capacidad comparables al Teatro Real de Madrid y al Liceo de Barcelona. Allí, la destacada cantante lució sus mejores capacidades interpretativas ante el júbilo y la aclamación de una multitud realmente exuberante.

¡Y nació la Gaceñiga!

Tal fue su éxito y tanta la popularidad alcanzada en las tablas habaneras, que al año siguiente la afamada cantante lírica tuvo una segunda presentación. En esta ocasión, un comerciante dulcero camagüeyano, apasionado admirador de sus interpretaciones, elaboró en su honor un “pan dulce” o “panqué rectangular”, al que bautizó con el nombre “De Gazzaniga”.

Tras una de sus actuaciones, el avispado dulcero le obsequió a su admirada diva la estupenda panetela, que luego comenzó a comercializar en su panadería con tal nombre y con creciente aceptación. Como suele suceder con tantas cosas extranjeras nacidas en la Isla, el apellido itálico de la diva no tardó en ser “cubanizado”, y el sabroso manjar fue rápidamente rebautizado con el nombre de “Gaceñiga”, una clara derivación fonética del apellido de la soprano.


Gaceñiga cortada.


Así surgió este famoso dulce popular, que hasta hoy conocemos con ese nombre, manteniendo su tradicional receta y su peculiar forma rectangular. Y como “Gaceñiga” fue que se enraizó en la cultura cubana. A pesar de lo curioso de su origen, la Gaceñiga es nuestra, muy nuestra, y nadie nos la puede disputar. Lo bueno de que haya cambiado su nombre es que los italianos ya no pueden decir que les pertenece.

Pero ¿qué es la Gaceñiga?

La Gaceñiga es esencialmente una panetela seca, esponjosa y de delicado sabor, con forma rectangular y cuyos ingredientes básicos son harina de trigo, huevos, mantequilla, azúcar, pasas y leche. Este dulce, que se vendía en la mayoría de las dulcerías cubanas, era muy apreciado por la población por ser sabroso y asequible a todos los bolsillos.

Solía venir envuelto en papel encerado y envasado en una caja de cartón alargada, con el curioso detalle de que el envase estaba rotulado con el nombre “GACEÑIGAS”, en plural.


Caja de Gaceñiga.


La Gaceñiga: nuestra salvadora

Aunque la Gaceñiga se elaboraba en Cuba desde el siglo XIX, como ya hemos narrado, alcanzó un gran protagonismo en el país luego de 1959. Debido a la escasez de alimentos, los cubanos con frecuencia mitigaban el hambre con este dulce popular que, por suerte, se mantuvo durante mucho tiempo al alcance de todos.

La Gaceñiga, junto a otros alimentos como el “Fanguito” (leche condensada cocida a baño de María), se convirtió en “punto fijo” en las llamadas Escuelas al Campo, en las becas estudiantiles, en las unidades militares del Servicio Militar, en la merienda de las escuelas, etc. Fue, en realidad, un alimento “salvador” para nuestros padres, que se volvían locos buscando cómo alimentarnos en plena juventud y adolescencia.

Además, tenía una curiosa ventaja: cuando se ponía vieja, se podía tostar en el horno en forma de bizcocho, al que los cubanos llamaban popularmente esponrú, una criollización de la palabra inglesa sponge rusk. Por todo ello, la Gaceñiga fue nuestra gran salvadora, y los cubanos dicen, con mucha razón, que merece que le hagan un monumento.

Algo más que una bella voz

Esta, como otras tantas historias apasionantes, forma parte de la rica tradición de la cocina cubana y de sus platos y alimentos típicos, lo que enriquece, además, nuestra cultura nacional.

¿Quién le iba a decir a Marietta Gazzaniga que, además de su bella voz y descendencia, su apellido sería recordado para siempre en una de las preparaciones más famosas de la pastelería criolla cubana? ¿Quién hubiera adivinado que esta afamada diva de la ópera italiana quedaría inmortalizada en una panetela? La sabrosa Gaceñiga cubana.

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