🥄 Consejos de la abuela para que todo en la cocina salga como debe ser
Hay secretos que no se miden en cucharadas, sino en experiencia. Por eso seguimos con esta tercera entrega de Consejos de la Abuela, hilando trucos y rescatando esas pequeñas enseñanzas que hacen que cada plato tenga un toque especial. No son reglas escritas, sino experiencias que pasaron de generación en generación, y que aún hoy nos ayudan a cocinar con cariño y buen gusto.
Empecemos con las frutas y los vegetales: si ves las frutas verdes todavía, ni se te ocurra meterlas al refrigerador; el frío les corta las ganas de madurar, y luego no hay quien las salve. ¿Y las cebollas? Para que no saquen lágrimas, dales un paseíto por el congelador unos minutos antes de cortarlas. Remedio santo. Los ajos, en cambio, son de soluciones rápidas: 30 segundos en el microondas y la piel sale sola, sin discusión.
Con las berenjenas, el plan es sencillo: capas con sal, reposo de una hora, enjuague y secado. Se va el amargor y quedan listas para lucirse. Si lo que preparas es una ensalada de hojas verdes, el aderezo déjalo para el final; así las hojas mantienen su frescura y no se marchitan. Evita hojas mustias y caras largas. Y ya que hablamos de hojas, la lechuga dura más si la guardas sin lavar; le das su baño el día que vaya a la mesa y queda fresca como recién cosechada.
Ya que hablamos de frescura, la prueba del vaso de agua nunca falla con los huevos: si se hunden, siguen en forma; si flotan, es mejor despedirlos con honores. Para pelarlos fácilmente, añade un chorrito de vinagre al agua de hervido. Y para cortarlos en tiras finas, un cuchillo mojado con agua fría o un toque de aceite en el filo hace que salgan laminitas parejas.
Con los limones pasa algo curioso: a veces están más duros que una piedra. No luches con ellos para cortarlos; presiónalos con la palma de la mano, hazlos rodar sobre la mesa y verás cómo se vuelven generosos en su corte y con el jugo.
Cuando frías algo, recuerda que el exceso de aceite no le sienta bien a nadie. Escurre las frituras sobre papel absorbente para que queden crujientes pero no grasosas. Si necesitas más aceite en plena fritura, agrégalo por el borde de la sartén para que llegue caliente a los ingredientes. Y para que los huevos fritos no se peguen, asegúrate de que el aceite esté bien caliente antes de romper el huevo.
Si de papas hervidas se trata, te dare un gran consejo de salud y sabor: cuece las papas con su cáscara y pélalas después, así conservan mejor sus vitaminas y nutrientes. ¿Para pelarlas?, hay un truquito que enamora: pásalas del hervor al agua bien fría, haz un corte superficial y la cáscara saldrá sin esfuerzo.
Los frijoles te quedarán mucho más blandos si agregas tres cucharadas de aceite al agua de cocción. Y si su eterno acompañante el arroz se te pasó de sal o se te pegó al fondo de la olla, nada de dramas: coloca un pedazo de pan en el centro de la olla, tápalo cinco minutos y listo, el pan se lleva el exceso de sal o ese desagradable gusto a quemado— como un héroe silencioso.
A los asados —carne, cerdo o ave— dales su descanso al salir del horno; al reposar unos minutos, los jugos vuelven a su sitio y la carne queda mucho más jugosa. El queso también merece sus mimos: un poquito de aceite en la superficie, papel de cocina húmedo, luego papel film, y al refrigerador para que no se reseque.
Seguimos en la próxima entrega con más sabiduría de fogón. En la cocina, como en la vida, los pequeños detalles hacen la diferencia… y siempre habrá un nuevo truco esperando a ser descubierto.
📎 Etiqueta recomendada: Secretos de Cocina
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